El vínculo con nuestros hijos



Cuando hablamos de unión afectiva o vínculo entre las personas, el que sin lugar a dudas destaca es el lazo entre madre-hij@. Hablamos de apego como un proceso basado en la interacción entre personas. Cada especie tiene su particular forma de hacer apego, está condicionado y se transmite genéticamente, pero es modificable y permite que pueda haber apego con otras personas que no sean la madre.

El estudioso por excelencia de esta pauta de comportamiento es el psicólogo Bowlby con su ”teoría del apego” en los años 50. Después de investigar acerca de la consecuencia que la institucionalización tiene sobre el desarrollo psicológico de los niños, observó que quienes habían sufrido una deprivación afectiva desarrollaban gran impacto psicológico, por lo que centró su trabajo en menores desadaptados y delincuentes.

Quien sabe si influido por su niñez, sus vivencias pudieron ser el punto de partida de sus investigaciones. Bowlby sólo veía a su madre una hora al día después de la "hora del té", aunque durante el verano estaba más disponible. Como muchas otras madres de su clase social en aquella época, consideraba que la atención parental y la muestra de afecto era dañina. Con cuatro años, su niñera, que hasta ese momento era su principal cuidadora, se va de la familia. Más tarde, describe esa separación como algo tan trágico como la pérdida de una madre.


Los resultados de sus estudios le llevaron a afirmar que las relaciones tempranas alteradas constituyen un importante factor en el origen de la enfermedad mental.

Con base en este y otros estudios, se constata que la existencia del cuidador y la estabilidad del medio familiar son claves para el desarrollo de actitudes de confianza básica y va a facilitar que se configure la personalidad y un adecuado desarrollo motor, cognitivo, social y afectivo.

Los inicios del desarrollo del apego ya se producen durante el embarazo con las expectativas, los deseos y las fantasías de la madre sobre el bebé. La producción de oxitocina repercute desde el parto y también en la lactancia está influyendo en la interacción madre-hijo, que a su vez refuerza la producción de esta hormona. Junto con las caricias, el contacto físico, las muestras de afecto, hace que el apego se desarrolle desde los primeros días.

En los tres primeros meses ya hay cierta estabilidad en el comportamiento y sabremos cómo va a expresar el bebé sus miedos, cómo se calma, cómo se aproxima o huye de los desconocidos., estas situaciones son nueva fuente de interacción y de afianzamiento del apego.

L@s niñ@s que no han tenido experiencias con un figura de apego en los primeros años de vida pueden ver afectada su capacidad de establecer relaciones íntimas en la vida adulta. El apego nos permite tener confianza y seguridad en el mundo. A través de este sentimiento de familiaridad se adquiere la confianza para explorar el entorno. El resultado es un vínculo afectivo sólido que no necesita la presencia física de la persona.

Estas y otras experiencias tempranas modelan la información y desarrollan la habilidad de procesar la información de las relaciones interpersonales, modelando así el cerebro desde los primeros momentos evolutivos.

Es necesario aclarar que las experiencias tempranas negativas son reversibles si las condiciones mejoran.
Por todo esto, se trata de generar un vínculo afectivo sólido entre el/la niñ@ o cuidar/a, no necesita de un contacto físico ni una búsqueda permanente por parte del niñ@, ya que ést@ siente la seguridad de que su madre responderá en los momentos en los que la necesita.








Comentarios

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