VALENTINA Y EL MIEDO


Si ya mi trabajo como psicoterapeuta es, con creces gratificante, uno de los momentos más satisfactorios, sin duda, se refleja cuando la creatividad se representa en alguna de sus formas, espontánea, enriquecedora, sorprendente y potenciando la positividad.
Una madre preocupada por el sufrimiento emocional de su hija, elige escribir este cuento, en él reconoce el miedo infantil, la ansiedad, los desvelos, ... plasma sus deseos de ayuda, posibilidades, brinda apoyo. Esta historia infantil consigue un nuevo aliento para sus avances y sus esfuerzos. 
Generosamente esta madre me ha permitido compartirlo en este blog.

En un país lejano vivía una princesita de 10 años llamada Valentina. Era la única heredera de un pequeño reino en el que habitaban gente tranquila, que no causaban grandes sobresaltos. Al menos así lo percibía ella cuando observaba como sus padres, los Reyes, gobernaban con seguridad y firmeza.
Esto le hizo sentirse muy segura junto a ellos, tanto que desde muy pequeña le costaba mucho alejarse de ellos, parecía sentir miedo a los extraños y si bien, durante el día resolvía bien su ausencia, cuando llegaba la noche y tenía que ir a sus aposentos, sentía un temor especial y rogaba al Rey que la acompañara y le contara historias que sólo él sabía contar. De esta forma, mientras observaba al Rey compartir con ella aquellas historias, se iba quedando dormida.
Algunas veces despertaba en medio de la noche y al verse sola, comenzaba a angustiarse hasta el punto de correr hacia los aposentos de los Reyes. Al principio, mientras fue pequeña estos temores no inquietaban demasiado a la princesa, pues encontraba consuelo y tranquilidad con el brazo de sus padres y las palabras de consuelo que la dirigían.
A medida que se hacía mayor y puesto que algún día sería la Reina, se planteaba con mayor preocupación sus temores. “¿Qué tiene la oscuridad que tanto me inquieta?” se preguntaba constantemente.
Queriendo hacer honor a su propio nombre “Valentina” se proponía cada día o mejor cada noche, enfrentarse ella sola a aquellos "fantasmas" que no la dejaban dormir plácidamente, como era su deseo, pero noche tras noche seguía solicitando la compañía del Rey y pedía a la Reina que mandara vigilar el Palacio para que ningún extraño se acercara. De esta forma, conseguía la seguridad necesaria que le permitía dormir.



Como era la tradición en aquel país, los príncipes herederos en este caso, la princesa Valentina, tenían que pasar una serie de “pruebas” que demostraran la valentía necesaria para gobernar el país en el futuro. Así, llegó el día en el que debería ir sola al bosque de los príncipes, un lugar al que acudían los príncipes y las princesas herederas acompañados únicamente de miembros de su corte, vigilaban por su seguridad. Deberían pasar allí al menos 6 días, desenvolviéndose por ella misma y enfrentando sus temores a la oscuridad, a los ruidos, a los extraños, a los animales salvajes,…
Durante el día no tuvo problemas, resolvía bien cualquier contrariedad que se le presentaba y compartía experiencias con los demás príncipes y princesas. Sin embargo, cuando caía la tarde, Valentina comenzaba a sentirse tremendamente triste e inquieta y aunque dormía acompañada por otras princesas, no podía conciliar el sueño y observaba como las demás dormían mientras ella en sus largas horas de vigilia se imaginaba toda clase de peligros inexistentes y aunque sabía que no tenía nada que temer no podía evitar sentirse más y más nerviosa, hasta tal punto que empezó a sentir miedo a esa sensación.
Por supuesto, aquel era su secreto, no lo comentaba con los demás príncipes y princesas porque no quería parecer débil, al fin y al cabo estaba allí para demostrar su valentía.
Transcurrieron dos o tres días con aquella amarga sensación y una noche era tal su inquietud que decidió despertar a la princesa Luna con la que había entablado una gran amistad. Con gran inquietud decidió contarle sus temores, aún sabiendo que podría no superar la prueba de valentía si Luna lo contaba. Lejos de lo que podría imaginar, cuando le estaba contando el motivo de su vergüenza, Luna esbozó una gran sonrisa, mientras asentía con la cabeza, sonándole tremendamente familiar aquella historia. Así, Luna que era algo mayor, contó a Valentina que a su edad a ella le ocurrió exactamente lo mismo, así que conocía bien aquella sensación que angustiaba a Valentina.
Valentina respiró profundamente, por primera vez sintió que no estaba sola en aquel pozo de angustia y le preguntó con tremenda curiosidad “¿Qué hiciste para que dejara de pasarte? ¡Porque ahora duermes plácidamente!”.
Luna le respondió que el remedio se lo proporcionó Mega, una anciana amante de los niños que vivía en una de las aldeas de su reino y la que sus padres los Reyes acudieron sabiendo que disponía de los remedios contra los temores infantiles.
En realidad, le contó que fue muy fácil pues la solución estaba dentro de ella, tan solo tenía que evitar seguir alimentando su miedo, pero “¿Cómo?” preguntaba expectante Valentina, controlando la respiración, inspirando profundamente y lentamente soltando el aire, así hasta 6 ó 7 veces, pues el alimento del miedo es la respiración acelerada y fuera de control. Valentina no parecía muy convencida, pero Luna le enseñó a respirar sin soltar el alimento del miedo, inspirando profundamente y expirando lentamente las 6 ó 7 veces, a pensar en sus lugares favoritos y en las cosos agradables que le habían sucedido y como por arte de magia Valentina se quedó profundamente dormida. Este remedio le permitió superar su angustia y afrontar la noche con la misma alegría que el día. Perdió el temor a afrontar la noche, descubrió que sabía qué hacer para que no creciera el miedo, cada noche que pasaba sin pensar en sus miedos, se sentía más fuerte y alegre. Nunca más volvió a tener miedo.


Le doy las gracias a esta mamá anónima que me permite publicar esta historia y a mi amiga Leire de 9 años, una pintora recién descubierta, que me prestó su cuadro para  ilustrarla.


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