Pablo Ráez, breve reflexión desde Cáceres

Merece la pena después de una pausa blogera retomar la actividad con esta noticia que , a quien más y a quien menos,  nos ha impactado.
Muchos de nosotros hemos seguido a través de las redes la historia de la enfermedad de este joven malagueño, Pablo Ráez, que ha barrido en los medios, por lo que la triste noticia de su fallecimiento ha sido motivo de mención en las personas de a pie. Por lo menos en Cáceres, hablamos de él en el trabajo, en el café o a la salida del cine, la mayoría hemos tenido la ocasión de escuchar a alguien que le recordaba.
Se ha hablado de él como gladiador, luchador, ... él mismo se refería a su enfermedad de este modo, no puedo por menos que hacer una parada en esto.
Este lenguaje construye la creencia en observadores que las personas con ésta u otro tipo de enfermedades oncológicas son especie de titanes que han de resistir los envites de la enfermedad y de los efectos secundarios de los tratamientos. Cuando se habla en estos términos corremos el peligro de negar esa parte emocional tan importante, y que es normal que esté ahí, el miedo o incluso pánico, la preocupación, el dolor, la tristeza, la soledad... Cuando se presentan no significa que las personas enfermas no sean fuertes o luchadores, sino que hay una parte de la enfermedad que implica perder cosas de la vida: la salud, hábitos, aficiones, muchos cambios, que conllevan una amalgama emocional. Y no sentirse fuerte o gladiador y estar lleno de dudas no implica que no se pueda afrontar la enfermedad o que no se está haciendo todo lo que se puede para encararla.


Es admirable como Pablo, a través de sus palabras públicas nos ha permitido ver como, con apenas 20 años, pudo aceptar el significado de la muerte. Para esto no nos educan, no se enseña en los colegios, parte de nuestra vida pero muy temida y difícil de hablar.
Esa aceptación le llevó a vivir el día a día sacando el mayor partido posible, su máxima fue buscar la felicidad.
Consiguió plantearse un objetivo, que aumentaran las donaciones de médula, lo alcanzó con creces, fue un activista en toda regla.

Estas breves palabras van más dirigidas a esas personas que les toca ahora convivir con estas enfermedades y que pueden pensar que los gladiadores pierden las batallas. Este chico mostró que las metas ayudan y aunque sigamos sin entender el por qué de ellas, su optimismo ha llegado a muchas personas y ha movilizado a otras tantas.


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