Por qué tengo miedo
“No sé qué me pasó, cuando empecé
a ver tanta gente por la calle…, el corazón cada vez me latía más deprisa, me
faltaba el aire, comencé a sudar y tenía opresión en el pecho, sentía un gran
agobio pensando que podía marearme, lo único que pensaba es que iba a perder el
control”.
Es frecuente que en las consultas
de psicología, tras descripciones como ésta, algunas personas nos pregunten qué
les está sucediendo, su principal necesidad es entender qué pasa en su cuerpo.
El
miedo es una emoción natural que el ser humano comparte con el resto de animales
para sobrevivir en situaciones de emergencia. Es nuestra forma de vivir el
peligro y lo sentimos tanto psicológica como fisiológicamente.
Desde la parte psicológica el
cerebro interpreta determinada señal como peligrosa, en esta decisión influyen
las experiencias vividas y la interpretación de sucesos como peligrosos.
La interpretación de los peligros
se ajusta a distintas categorías, nos encontramos que pueden ser:
- reales, por ejemplo temor a ser despedidos de la empresa porque ha iniciado una regulación de empleo,
- injustificados por ejemplo el temor a un terremoto si vivo en una zona no sísmica,
- magnificados como es el temor a tener una enfermedad grave por sufrir un dolor de estómago,
- los relacionados con ideas irracionales por ejemplo el miedo a que el microondas produzca un tumor cerebral.
Desde
la parte fisiológica se considera una respuesta normal de alarma, en la que una
serie de manifestaciones ponen al cuerpo en preparación para la acción rápida, entre
los cambios en el organismo encontramos una respiración acelerada, el aumento
de la frecuencia cardiaca y la presión arterial, mayor tensión en la
musculatura, aparece sudoración, la digestión se interrumpe, el sistema inmunitario
se vuelve más lento, a grandes rasgos son las modificaciones principales en el
organismo.
Las
personas no nos alarmamos si estas señales suceden cuando hay un peligro real y
entendemos lo que ocurre. Pero si esto sucede cuando no se detecta ningún
peligro externo, las personas tendemos a pensar que algo ocurre internamente
porque el cuerpo está anunciando un peligro que aparentemente no es percibido.
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