Al menos 350 oportunidades


Mama Tunza, una mujer analfabeta, vivía sumergida en la pobreza del barrio más necesitado de Nairobi, Kibera, es el lugar de mayor concentración de chabolas de África, donde sus habitantes no tienen cubiertas sus necesidades más primarias y las enfermedades se instalan con facilidad.

Hace 16 años, Mamá Tunza, madre de cuatro hijos y con un trabajo de criada, encontró en la basura un bebé de pocos días y decidió amamantarle. En ese momento su vida tomó un nuevo rumbo, a las pocas semanas un viejo le entregó un bebé para que lo cuidara y en un par de meses encontró en su puerta un recién nacido. Desde entonces, recoge algunos de los miles de niños abandonados, inmersos en la pobreza que viven en las calles de Nairobi, procurándoles un techo y educación.
Mamá Tunza, sin recursos y sin subvenciones creó en su chabola una escuela y un refugio para estos niños.

Si el azar cambió la dirección de la vida de esta mujer,  éste continuó cuando una niña irlandesa antes de morir de una grave enfermedad pidió a su padre ir a ayudar a África, así consiguió trasladar el refugio de Mama Tunza al Valle del Ngong. Un lugar a las afueras del suburbio de chabolas, en el que han mejorado las condiciones de habitabilidad aunque no haya agua corriente, ni mantas, ni sábanas, en el que a pesar de que los días sean calurosos, las noches son frías.
Sin medios económicos, pero repleta de recursos personales, Mama Tunza, desde 1996 atiende a niños y niñas, llega ya a atender a 350, para los que ha construido un hogar con escasos medios, a quienes les proporciona una educación primaria, para los que busca padrinos y así puedan continuar los estudios superiores,.

De cada uno de ellos conoce al dedillo la historia, todos provienen de la calle, carentes de familia, abandonados o enfermos, ella dice que sabe de las necesidades de cada uno y lo que quieren.
De algunos cuenta su procedencia, sin lugar a dudas he elegido, por su impacto al escucharla, la historia de “Little Monkey” como le llaman sus compañeros  del hogar. Al que Mama Tunza reconoció mientras observaba un grupo de monos beduinos, creyó ver el pelo y los brazos de un pequeño de dos años. En ese lugar, a veces los monos se llevan a los humanos y los devuelven si se les ofrece plátanos. Esta mujer keniata le ofreció esta fruta y pan, la mona cogió la comida y dejó al niño, mientras lloraba de forma incesante al ver desaparecer a la mona, mordió a Mama Tunza. Las autoridades, como ocurre con frecuencia en este país, no pueden hacerse cargo de estos niños y al negarse el policía del poblado a llevárselo a su casa, planteó devolverlo al grupo de babuinos si Mama Tunza no le acogía. Inicialmente se comportaba como un mono pero ahora es un niño de 6 ó 7 años, uno más de la comunidad que ha adquirido los mismos hábitos de otro niño cualquiera.

Para que éste y el resto de niños puedan subsistir reciben la ayuda de la empresa de safaris Kobo, animan a los turistas a acercarse al poblado y dejar víveres; voluntarios también colaboran en verano, las vecinos, además reciben algunas donaciones.


«1.- Mantas para el invierno. Los niños duermen sobre colchones sin sábanas ni mantas.
2.- Compresas para las niñas mayores. Llega el cole y no pueden comprar compresas así que los días que tienen la regla no pueden ir al cole. Les da vergüenza.
3.- Pañales para los bebes. De tallas grandes ya que así les tiene que cambiar menos. Cuando los mayores están en la escuela y no hay voluntarios, sólo Mama Tunza les cambia y no da abasto.
4.- Jabón para la ropa. Pero del barato, cada niño mayor se lava su ropa. Les entrega una pastilla y ellos se encargan Mama Tunza quieren que sean responsables.
5.- Jabón para que se puedan lavar cada día.
Y si les sobraba algo, harina de maíz para hacerles pan para el desayuno, arroz para la comida de mediodía y algo de verdura que ellos no pueden casi comprar. La carne se la envían dos voluntarios una vez a la semana. Y si quieren llevar chucherías a los niños mejor bolígrafos para la escuela, ellos no comen dulces ni caramelos mientras tengan otras necesidades. Y un poco de leche

No puedo pasar por alto cuáles son las necesidades de esta casa de acogida de niños y niñas. Esta lista Mama Tunza la hizo llegar a Jose Luis Rivera -un turista accidental- y sus amigos en Kenia (me he permitido copiar, junto con las fotografías de su blog).

La simpleza de necesidades hace reflexionar sobre cómo consigue continuar con su proyecto con escasos materiales, cómo pide desde la humildad y avanza desde la constancia.

En suajili Mama Tunza, significa “la madre que te cuida”, con su rostro casando, su mirada pesada transmite ese tesón, su lucha, pero con su habla serena solo ofrece agradecimiento y el cariño que trata de transmitir a estos 350 chavales que la llaman mama. 
El mejor ejemplo de sobreponerse a las dificultades, afrontar los problemas, no rendirse ante la adversidad, mirar con ánimo al futuro, el motor de la esperanza diaria. 
Sin lugar a dudas es el ejemplo de cómo los recursos personales potencian y contagian lo que te rodea. Donde el amor incondicional propio de toda relación padre/madre-hijo/a, alcanza en Mamá Tunza la máxima expresión.
Por suerte la segunda oportunidad es el estigma que esta mujer aporta a cada uno de la vida de estos niños y niñas.

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