Las obsesiones
No hace mucho, el futbolista David Beckham hizo público
“tengo TOC y todo debe estar ordenado en línea recta y siempre deben ser
pares”.
En ocasiones, todos necesitamos comprobar si todas las luces
de casa están apagadas, tenemos temor de contraer una enfermedad o no olvidamos
una canción que hemos escuchado y vuelve a la mente.
Pero estos hechos normales los diferenciamos de esas otras
ocasiones en las que hay personas que precisan lavarse 25 veces por temor a
contaminarse, verificar 10 veces si han cerrado puertas y ventanas o repetir
una secuencia de números reiteradamente para reparar un error.
La diferencia entre ambas situaciones es lo que define el
trastorno obsesivo compulsivo –TOC–, un trastorno de ansiedad caracterizado por
obsesiones y compulsiones que interfieren en la vida cotidiana, afectando a las
relaciones sociales, familiares y al ámbito laboral.
Las obsesiones son pensamientos, imágenes o impulsos
repetitivos, indeseables e inaceptables para la persona, a quien le cuesta que
no aparezcan en su mente.
A menudo se acompañan de alguna forma de resistencia que
provoca sufrimiento, disgusto o incomodidad. Aparecen con frecuencia en la
infancia y adolescencia, evolucionan a lo largo de la vida pudiendo surgir,
empeorar o desaparecer en distintos momentos, dependiendo de las
circunstancias.
El contenido de las obsesiones puede considerarse absurdo o
inapropiado. Los temas recurrentes en las obsesiones varían, pueden estar referidos
a la contaminación, agresiones, actos sexuales inaceptables, la religión, el
orden, la simetría o la precisión.
Las compulsiones son conductas manifiestas o actos mentales,
a menudo repetitivos y estereotipados, normalmente se realizan en respuesta a
una obsesión para prevenir o reducir el malestar o estrés que produce. Son
vividas como una urgencia interna de actuar para aliviar la tensión,
percibiendo poco control voluntario sobre la conducta. Las compulsiones más
comunes son las palabras, frases o acciones, la acumulación o el orden. A
menudo la persona entra en conflicto entre resistirse al ritual y la compulsión
de realizarlo.
El funcionamiento de las obsesiones hace que se conviertan
en un círculo vicioso, aparece el pensamiento intrusivo que es interpretado
como amenazante, la persona se considera responsable por lo que intenta
prevenir o aliviar su aparición o aliviar su presencia. En la lucha contra las
obsesiones para calmarlas, se consigue una reducción pero esta es pasajera y
las obsesiones se hacen más fuertes. El modo para intentar neutralizarlas en la mayoría de las ocasiones son las
compulsiones, acompañados de la sensación de urgencia interna de actuar.
Si nos centramos en las causas es preciso hablar de
interacción de factores neurológicos, biológicos, ambientales y procesos
cognitivos.
Las investigaciones basadas en imágenes neurológicas reflejan
que la actividad cerebral difiere, así una persona con TOC presenta más
actividad en la corteza frontal cerebral y muestra una actividad neuroquímica
anormal.
El TOC afecta tanto a la persona como a su familia, el
tratamiento es importante que incluya educación para que sus miembros entiendan
el significado de este trastorno. Con
la terapia individual se plantea el objetivo de controlar las pensamientos
disfuncionales, los temores asociados, la conducta y sus consecuencias y
restablecer estrategias de afrontamiento.
Desde los modelos de tradicionales de psicoterapia como
cognitivos, conductuales o sistémicos se ofrece una ayuda adecuada a los
personas con este problema. Pero hay que añadir que los nuevos paradigmas
proponen modelos neurofisiológicos, como ejemplo las técnicas de integración
cerebral -TIC-o la Programación Neuro-Lingüística –PNL-, se centran en la
manera en la que el cerebro codifica la información y están demostrando
eficacia para reducir la intensidad de obsesiones y compulsiones.
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