EL APEGO
Desde nuestros primeros días de vida la interacción entre la
madre y el bebé va a marcar el establecimiento de un vínculo que comienza en la
gestación. El niño busca informaciones sensoriales en su madre: el olor, los
ojos, la voz, … estos estímulos le sirve para establecer la familiaridad con
sus cuidadores. Este conocimiento es el que le permite sentirse seguro, podrá
así explorar el entorno y el mundo que le rodea.
En los tres primeros meses se instalan las bases de cómo
será esa relación.
El lazo iniciado en el nacimiento, llamado apego, está
condicionado genéticamente y cada especie tiene su propia forma de crearlo, de
forma que se transmite de generación en generación. El más poderoso de estos
vínculos es entre la madre y su hijo.
Los teóricos plantean
que la importancia de esta relación estable en los primeros años de vida radica
en que afecta al desarrollo integral, hablamos entonces de las facetas cognitiva, motora y social,
además de servir de cimiento de las relaciones adultas.
Estos vínculos han sido motivo de investigación, de forma
que se han identificando sus características a raíz de estudios con bebes
afrontando la separación de sus cuidadores y sus reacciones ante extraños.
Este planteamiento permite distinguir entre apego seguro e
inseguro, atendiendo a la calidad de la interacción de los cuidadores o
progenitores con los niños.
En el apego seguro,
tras la fase de separación, los niños se consuelan rápidamente al encontrarse
con sus cuidadores. Mary Ainsworth dice que en esta pauta de relación se
observa la confianza por parte del niño hacia sus padres, las figuras
parentales, lo que le permite sentirse seguro ante situaciones amenazantes.
Esto facilita al niño afrontar explorar el mundo con confianza.
En el grupo de vínculos
inseguros, Bowlby fue uno de los primeros en describir las interacciones
conflictivas en las interacciones padres-bebé, junto a las descripciones de
Ainsworth y Solomon, detallan tres tipos fundamentales: inseguro-evitativo,
inseguro-ambivalente y desorganizado-desorientado.
En el apego inseguro definido como evitativo, el niño apenas muestra malestar durante la separación de
su madre o de su padre, estos niños se comportan de forma parecida con extraños
que con sus cuidadores, y apenas responden al reencuentro con sus cuidadores
tras dicha separación. En las observaciones de situaciones naturales se
comprueban las interacciones esporádicas entre los niños y los progenitores. Aunque
los padres están presentes, no ofrecen el cuidado de las necesidades que el
bebe necesita, por tanto, no se va a sentir querido.
En el inseguro ambivalente,
el progenitor oscila entre la cercanía y el distanciamiento, los cuidadores son
inconstantes y cambiantes, entre la invasión del espacio o ignorar las
necesidades del niño. La relación de apego se hace imprevisible. Es un vínculo ansioso en palabras de Bowlby, la
relación con el bebé está marcada por la inseguridad, la relación es tensa, el
niño no tiene la seguridad de encontrar a sus padres en caso de necesitarlos,
el niño puede presentar un comportamiento obediente y pasivo o bien hiperactivo
y bizarro, por lo tanto la posibilidad de explorar se inhibe.
En el desorganizado-desorientado,
para el niño el comportamiento de sus cuidadores es imprevisible . Se encuentra
en los casos de negligencia, de daño físico o psicológico. En situaciones
extrañas los niños muestran conductas conflictivas y de desacuerdo por lo que
bajo este apego oscilan entre el acercamiento y la evitación, aunque pueden
mostrar patrones más organizados y adaptados en la misma época con otro
cuidador. Esta situación determina que sea el apego que lleva a más problemas
psicológicos.
A grandes rasgos podemos entender la importancia que la
interacción madre- hijo, padre-hijo o cualquier figura de apego establecida
como cuidador, redunda en el inicio del establecimiento de un vínculo seguro
que será básica en los vínculos adultos. Así entendido, el apego seguro es el más
sano.
Tal y como se ha mencionado, hay relación entre los apegos
inseguros y los problemas psicopatológicos de adultos. Este planteamiento lleva
a que distintos modelos psicoterapéuticos integren en sus protocolos de
intervención el estudio del apego adulto.
En los últimos años EMDR (desensibilización y reprocesamiento
por movimientos oculares), desde el paradigma del procesamiento de la
información, está profundizando y alcanzando grandes avances al considerar este
factor una parte importante del proceso terapéutico y por tanto plantea que se
pueden generar vínculos seguros en la adolescencia y adultez a pesar de estas
experiencias, llegándose a considerar una de las últimas finalidades terapéuticas.
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